Peligros y paradojas del 2015 para la integración de la RSE en las empresas

Escriben nuestros Consultores, Integración de la RSE, RSE Holística 2 134
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Las empresas empiezan un 2015 lleno de dudas. El renacer de la actividad económica o el final de la crisis, si es que este fin es cierto, no lo es para todo el mundo y la situación en la que está la sociedad después de estos años no ayuda a mejorar la sensación. Leyendo el diálogo de Josep Oliver y Antón Costas, catedráticos de economía de la UAB y UB respectivamente , que desde el 2011 hacen en El Periódico y que se publicaba el pasado domingo 11 de enero, veo que ambos coinciden en que se habían equivocado años anteriores en cifrar la mejora de la economía y el crecimiento vendría de la exportación y el motor del crecimiento ha acabado siendo la demanda interior producida pese a la austeridad. Austeridad de la que ya a finales del 2012 decía Antón Costas que “más que un fracaso, era en error” aspecto que no comparte Josep Oliver pero que así y todo sí que coincide en que ese instrumento de la austeridad se ha aplicado fatal y han acabado pagando los de siempre. Así pues, difícil debe ser plantearse desde la dirección de una empresa mejoras en las retribuciones en función de una política de RSE cuando se vive en un entorno que prima a ultranza la austeridad y se da la paradoja de que cuanto más se machaca a los que menos tienen más parecen funcionar las cosas.

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Crisis

En el entorno globalizado es seguramente la caída de demanda de los países emergentes, en especial la de China, uno de los aspectos más relevantes del momento, solo superado por el cambio que estamos viviendo al convertirse los Estados Unidos de América en excedentarios de gas y petróleo por primera vez en la historia, hecho que altera la geoeconomía y la geopolítica y que – tal como glosa Antón Costas – hará que en los próximos años la competitividad de las empresas vaya derivada más de los costes energéticos que de los salariales.

Aspecto éste que en gran parte está producido por el desarrollo del fracking como modelo de extracción de hidrocarburos por fractura hidráulica, de claro efecto medioambiental negativo y que pone en juego la ética y la conciencia a la hora de buscar la competitividad a través de los mismos instrumentos que utilizan los competidores y que les está llevando a esa situación de privilegio cuyos efectos económicos y políticos directos e indirectos cambiarán sin duda la forma del mundo que vivimos.

También debe ser un ejemplo de disglosia para el empresario al plantearse el cumplimiento o el ir más allá en el cuidado medioambiental el ver cómo precisamente el hecho económico más relevante del momento se fundamente en una actividad medioambientalmente inadecuada que genera no solo un gran consumo de agua sino problemas derivados de la gestión de las aguas residuales y de los aditivos utilizados, los impactos visuales y sobre el paisaje, la contaminación de aguas subterráneas y de tierras y aguas superficiales, etc.

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Hydraulic_Fracturing

Se suman a estas dudas los procesos electorales que a nivel local, catalán, estatal o de algunos países europeos que en breve espacio de tiempo se deberán afrontar y cuyos cambios puedan llevar a modificaciones del entorno y de las legislaciones asociadas.

Y al hilo de esos temores se encajan los revuelos que Thomas Piketty y su libro El Capital del Siglo XXI está generando por donde pasa, del que por cierto hablábamos ya en el editorial de nuestro pasado Newsletter, con sus propuestas de políticas fiscales expansivas y de mayores impuestos a la riqueza con un impuesto “confiscatorio” de hasta el 80% para las rentas superiores a un millón de euros que imponga límites a los “comportamientos económicos inútiles y a veces dañinos” de la “oligarquía económica”.

Al mismo tiempo, propone una tasa global a la riqueza que grave gradualmente a los grandes patrimonios y refuerce la garantía de los derechos sociales. Aunque es evidente que para funcionar, esos impuestos deben ser globales, para que nadie pueda huir de los infiernos tributarios hacia los paraísos fiscales y que, como le recuerdan sus críticos como Fernando Fernández Méndez, – profesor de la IE Business School – en un artículo en El País el pasado 1 de enero, no se puede vivir en una sociedad obsesionada con la igualdad estacionaria, sin crecimiento ni progreso económico y social que aportaría una sociedad de suma cero en la que los conflictos retributivos, incluidos los territoriales, se puedan agravar y que la mayor presión fiscal sobre los ricos como único argumento político exclusivo pueda generar consecuencias en el crecimiento, el equilibrio intergeneracional o la movilidad social.

Por ello es seguro que deben ser complementadas con cambios que pasan por abandonar la actual política de austeridad e invertir en educación superior, innovación y medio ambiente, mutualizar la deuda europea y mejorar las instituciones europeas, como decía el propio Piketty en el “Manifiesto por Europa” publicado justo antes de las pasadas elecciones europeas junto con otros catorce economistas, politólogos y periodistas franceses pero seguro también rige para las demás instituciones nacionales.

Este ambiente de dudas y cambios resulta poco tranquilizador y facilita poco el querer implicarse en la mejora más allá de lo que dice la ley en aras de una política de RSE, cuando te atenaza como empresario el miedo a que la ley cambie y sea más estricta y pueda requerirle cambios que hagan mermar la competitividad cuando ya has asumido compromisos voluntarios etc.

Por último, uno de los aspectos económicos de mayor crecimiento, el de la economía colaborativa, no está exento de miedos y problemas. Este fenómeno que Andrea Nogueira en El País del pasado 11 de enero tildaba de difusa frontera entre la colaboración y el negocio se está demostrando como un proceso imparable con datos que desbordan cualquier previsión y que cifran ya el sector en el 2013 en más de 2,580 millones de euros de movimiento.

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Altos_Hornos_Vizcaya

Este crecimiento tiene su origen tanto en la accesibilidad de la tecnología como en la creciente preocupación por el medio ambiente y una nueva conciencia de consumo, basada en el consumo y no en la posesión, pero que vive atenazado por la falta de regulación o de una normativa obsoleta y que está llevando a situaciones conflictivas como las de Uber o Airbnb, en las que aparecen dilemas éticos al tiempo que un cambio de modelo.

En definitiva, como defiende Albert Cañigueral, fundador del blog consumocolaborativo.com y gurú español de estos temas, “no se trata de defender a empresas sino de defender el derecho de los ciudadanos a producir valor en unos formatos nuevos que necesitaran sin duda de nuevas taxonomías en un proceso que justo se está iniciando y que ha de dejársele crecer bonito y sano”. Esta posibilidad de que las reglas del juego cambien a la mitad de la partida y que pueda alterar los modelos de producción y competencia sin duda tampoco ayudan a plantearse acciones de vinculadas a una política de RSE, como estamos viendo en los sectores afectados por estos cambios.

El común denominador de todas estos peligros y paradojas reside en que solo se pueden entender y solucionar si se olvida la actitud miope de centrarse en el cortoplacismo y se afrontan desde un planteamiento más abierto y global. Solo así será posible afrontar de forma decidida y saludable las acciones de RSE que sin duda será la vía de garantizar la sostenibilidad futura de los proyectos.

Xema Gil

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Xema Gil

2 Comments

  1. Ramon Jane January 18, 2015 at 11:54 am -  Reply

    «Interesante el enfoque del amigo Xema Gil al que añado a su finalización del artículo “sin duda será la vía de garantizar la sostenibilidad futura de los proyectos”…”y de nuestro planeta, ya que el cortoplacismo nos está agotando los recursos”.»

    • Xema Gil January 18, 2015 at 11:57 am -  Reply

      Gracias Ramon y es cierto eso que dices del planeta. Si hasta el Papa Francisco, que representa eso de “mi reino no es de este mundo” se preocupa por el planeta y pide que se tome consciencia del problema, es el tema está realmente muy complicado 😉 un abrazo

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