
En estas fechas prenavideñas nos invaden imágenes variopintas y felicitaciones que aluden a las fiestas, costumbre social que arrastramos desde mediados del pasado siglo. Las más antiguas, además de arrancarnos una sonrisa por su ingenuidad, nos recuerdan en qué oficios trabajaban las personas en aquellos momentos. Para nosotros, en este caso, tienen una doble utilidad: como divertimento para echar una ojeada a algunos oficios y ocupaciones, y muy especialmente para desearte, amable lector, unas fiestas acordes con tus expectativas. 🙂
Para simplificar, haremos tres grupos:
1.- Oficios extintos:
El sereno ha sido sustituido por cámaras de vigilancia, el carretero por un tráiler (y próximamente por vehículos autónomos), el lavacoches ha sido engullido por las estaciones de autolimpieza de vehículos, el limpiabotas pasó a mejor vida cuando se instalaron máquinas ad hoc en lugares públicos, el cartero se ha reconfigurado en correo electrónico y en drones…
Las personas que vivían de estos oficios han tenido que rediseñar su carrera o han ido a engrosar las colas del paro, como ha ocurrido y ocurre con quienes no tienen un oficio cualificado. En esta sociedad tecnológica, los puestos de trabajo que no exijan algo especial son rápidamente ocupados por máquinas.
2.- Oficios en peligro de extinción:
Estas actividades, con diversas actualizaciones, todavía se ven con frecuencia. Un repartidor puede ser sustituído por una máquina, salvo que el género a repartir o el sistema de reparto tenga características especiales; cerrajeros, taberneros, camareros y carpinteros están en grave peligro de extinción salvo que ofrezcan a sus clientes un servicio especializado, exquisito, original, creativo, artesano, etc., etc. En cualquier caso, puestos de trabajo con estas características ofrecen ocupación a un pequeño número de personas. Y, al menos de momento, no han sido desplazados por las máquinas.
3.- Oficios con futuro:
En general, todos aquellos que exijan saber por qué . Los ordenadores, por muy complejos que sean, carecen de capacidad para entender por qué hacen las cosas. (Te dejo aquí interesantes aportaciones de Javier Sampedro y de Eduardo Castelló Ferrer en El País).
De momento, los ordenadores se están diseñando con enfoques biomiméticos basados en el funcionamiento del cerebro humano, y siguen una de estas dos pautas: la arquitectura de sistemas (que intenta emular el funcionamiento de las redes neuronales), o el aprendizaje profundo, (a modo de construcción de capas que van abstrayendo progresivamente la información hasta generar una especie de gramática que ayuda a comprender la realidad). Los logros son impresionantes, pero parece ser que el sentido común (humano) aún no ha sido absorbido por los robots. Como dice el profesor Ken Goldberg, en un futuro próximo serán los robots quienes hablen con los humanos (no al revés) para pedir consejo ante una situación que no saben resolver.
En este nuevo contexto parece claro que las ciencias de la computación no serán suficientes para seguir avanzando, y tendrán que cooperar con la filosofía, la economía, la política, la psicología… Por eso opinan los expertos que el auge de estas tecnologías producirá una sociedad dividida en dos grupos, los ejecutivos que toman decisiones de alto nivel y los trabajadores con salarios más bajos.
Si eso ocurre, y tiene visos de verosimilitud, las organizaciones tendrán que diseñar un Ecosistema Interno que, además de osmótico, sea capaz de ocupar a personas con especializaciones diversas que se corresponsabilicen de los resultados corporativos, y teniendo en cuenta además que los altos índices de paro generarán nuevas necesidades sociales a las que la entidad también tendrá que atender.
De modo que se están comenzando a perfilar organizaciones con unas pocas personas muy cualificadas, unas pocas personas poco cualificadas, un gran número de personas colaboradoras externas (que muy probablemente se integrarán por proyecto) y un gran número de personas ajenas a la organización desde el punto de vista laboral, pero relacionadas a través de proyectos no lucrativos y diversos tipos de actividades sociales. De este modo, los Ecosistemas Interno y Externo tendrán límites cada vez más difusos, con las consiguientes dificultades de gestión.
Cuidar “la finca”, pues, será una actividad compartida por diversas personas en diversos roles, lo que significa que la organización debe ya ir preparándose para que en un futuro próximo todos sus partícipes tengan suficientes conocimientos y predisposición para asumir las nuevas responsabilidades. Tenemos por delante un trabajo retador e ilusionante, de ésos que ayudan a conformar una nueva sociedad. ¿Comenzamos juntos a abordarlo en este ya próximo año nuevo?
Edita Olaizola
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