
¿El precariado social ha de darse necesariamente en la empresa?
Mi admirado Zygmunt Bauman dice que la sociedad actual ha pasado de una estructura piramidal, (donde la base son las personas desfavorecidas y la cúspide los ricos del mundo) a una calabaza:
En la calabaza está todo el mundo, entendiendo por “todo el mundo” la clase media y el proletariado. Y eso es así porque todos estamos en la misma tesitura de inc ertidumbre y de ignorancia respecto al futuro, en esta sociedad líquida que nos ha tocado vivir y formamos el “precariado”, gente que no está segura de su futuro. La cereza sobre la calabaza es el 1% de la población que se apropia de la riqueza.
También explica que la merma en la calidad de vida y el estado de patología social se producen de forma simultánea con la desigualdad creciente.
He tomado prestado este fragmento de la entrevista que se hace al filósofo en la revista ethic, la vanguardia de la sostenibilidad, que os recomiendo vivamente.
La empresa, como parte activa de la sociedad, reproduce en muchas ocasiones la estructura social. En este caso, pues, deberíamos pensar que la empresa es una enorme calabaza, formada por la grandísima mayoría de los empleados en situación precaria, más una pequeña cereza en la cúspide formada por un minúsculo grupo de dirigentes privilegiados.
En muchas ocasiones es así, desafortunadamente, y sólo tenemos que ver la cantidad de escándalos que surgen cada día a propósito de empresas putrefactas.
Eso es verdad. Y también lo es que la verdad es una realidad poliédrica, así que podemos intentar otearla desde otro ángulo distinto: también es cierto que, de forma tímida pero ininterrumpida, las empresas se están planteando nuevas maneras de hacer, diseñando modelos de gestión basados en la ética.
Como dice Fernando Savater, después de tantos años estudiando la ética, he llegado a la conclusión de que toda ella se resume en tres virtudes: coraje para vivir, generosidad para convivir, y prudencia para sobrevivir.
Con coraje, generosidad y prudencia se pueden plantear nuevos escenarios: ya no se contempla a la persona como un mero sujeto anónimo y amorfo constreñido en una calabaza densa y cerrada. Antes bien, se ve a cada una de las personas inmersas en el proyecto organizacional como un ser único, irrepetible, que aporta algo valioso y diferente de las aportaciones de las demás personas, que aplica su entusiasmo y su compromiso para lograr no ya una calabaza cerrada al exterior, sino una macedonia multicolor, variopinta y abierta a nuevas posibilidades.
Los modelos de gestión organizacional que conceden a la persona tanta importancia como a los beneficios pueden ayudar a diseñar negocios que favorezcan la plenitud de los empleados, lo que genera a su vez una serie de espirales virtuosas que polinizan el entorno: la organización proclama, a través de sus empleados y sus resultados, que se puede hacer de otra forma más saludable para todos.
Y esta polinización favorece que poco a poco la sociedad vaya recapacitando sobre la importancia de relacionarse con valores. Porque no olvidemos que una organización es un subsistema del gran sistema sociedad, es decir, tiene capacidad para ejercer su cuota de influencia en el modelo de sociedad que estamos diseñando entre todos.
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