
Había una vez un rey que recibió como obsequio dos pichones de halcón y los entregó al maestro de cetrería para que los entrenara. Pasados unos meses, el instructor comunicó al rey que uno de los halcones estaba perfectamente educado, pero que al otro no sabía lo que le sucedía: no se había movido de la rama desde el día de su llegada a palacio, hasta tal punto que había que llevarle el alimento hasta allí. El maestro intentó hacerla volar, pero el ave se aferraba con sus garras a la rama.
El rey mandó llamar a curanderos y sanadores de todo tipo, pero nadie pudo hacer volar al ave. Encargó entonces la misión a miembros de la corte, pero nada sucedió. Por la ventana el monarca podía ver que el ave continuaba inmóvil. Publicó por fin un bando entre sus súbditos, y, a la mañana siguiente vio al halcón volando ágilmente en los jardines.
Traedme al autor de ese milagro, dijo. Y le presentaron a un humilde campesino.
– ¿Tú hiciste volar al halcón? le preguntó el monarca – ¿Cómo lo hiciste? ¿Eres mago, acaso?
Entre feliz e intimidado, el hombre explicó: – No fue difícil, alteza: sólo corté la rama, el pájaro tomó consciencia de que tenía alas y las usó.
Esta bonita y antigua historia explica muy bien qué ocurre cuando nos aferramos a lo cómodo: aparentemente, no hay nada mejor que aferrarse a una buena rama y esperar a que nos traigan la comida.
Permíteme ahora que haga referencia a un párrafo de la magnífica novela de intriga “2036” de Marcos Eguiguren (que te recomiendo vivamente, no podrás cerrarla hasta terminar):
Si una sociedad es radicalmente plural, con una política abierta y participativa, y con una economía en verdadera competencia real, con verdadera diversidad de agentes operando para cubrir las necesidades de la ciudadanía, las culturas que sobreviven son las más cercanas al cliente y al ciudadano, y desaparecen las endogámicas y alejadas de la voluntad de servicio.
El ciudadano se sitúa en la cúspide del ecosistema y una cierta selección natural hace que triunfen las culturas de verdadero servicio público.
Pero si una sociedad evoluciona hacia un nuevo orden social con gobiernos poco o nada participativos a nivel local y mundial, con un pensamiento único absolutamente dominante no solo en lo económico sino también en lo social, y con unos pocos grandes grupos económicos que controlan los sectores clave de la economía, es el ciudadano quien se sitúa varios escalones por debajo en la pirámide del ecosistema social, dejando los puestos de la cúspide a las culturas endogámicas de grandes corporaciones que, al final, optan por sus propios intereses transformando al ciudadano en un instrumento a su servicio, en una especie de esclavo postmoderno que renuncia, sin saberlo, a su libertad para vivir en la estabilidad y en la felicidad artificial que le reporta la aceptación ciega de las premisas culturales dictadas por otros.
Y, por último, un párrafo de La historia interminable, el último artículo de Guillermo Dorronsoro:
Los políticos dominantes… (deberían) dejar de esconderse detrás de la tecnología o la globalización inevitables, estar dispuestos a ser audaces y encarar reformas de gran escala que afecten la forma en que funcionan las economías locales y la mundial.”
Tres enfoques distintos, tres contextos distintos y unas ideas comunes subyacentes:
- hay que arriesgar,
- no podemos esperar a que los demás nos hagan nuestro trabajo,
- la libertad se consigue haciendo,
- nuestras decisiones nos afectan a nosotros y a los demás,
- somos corresponsables de lo que ocurre / ocurra.
Estamos instalados en la rama de la comodidad, esperando que el maestro cetrero y los poderes públicos nos resuelvan las dificultades por las que atraviesa nuestra sociedad actual; estamos instalados en el “dame”, “tengo derecho a…”, “puedo exigirte que…” sin darnos cuenta que la sociedad la construimos entre todos y es el reflejo de ese conjunto de actuaciones.
Afortudamente, cada vez contamos con más personas que, como las citadas, ponen su granito de arena para que pensemos y reaccionemos: el futuro será como nosotros queramos que sea, y lo estamos creando con cada uno de nuestros comportamientos actuales (por acción o por omisión).
Las organizaciones, como parte del sistema social, tienen obviamente su cuota de responsabilidad: una organización que gestiona mediante valores, que crea un marco de relación basado en la responsabilidad, la proactividad, el respeto, la transparencia y el compromiso, no solo está asegurándose una buena reputación y unos beneficios justos, sino que está cooperando activamente a que las personas que trabajan en su ecosistema (y por ende la sociedad) divulgen un modelo de convivencia que asegure un futuro más feliz y sostenible.
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6 Comments
Lección para reconocer que el confort no siempre nos ayuda a descubrir o desarrollar fortalezas
Una reflexión muy apropiada, te lo agradezco 🙂
Una gran historia, enriquecida por tus acertados apuntes Edyta. Que tengas una gran semana
Muy agradecida, Juan 🙂
Muy interesante como siempre Edita. Una historia para reflexionar. Gracias!!
Muchísimas gracias, laztana 🙂