
Desde la noche de los tiempos la Humanidad ha avanzado movida por dos fuerzas poderosas: la innovación, que trae mejores respuestas a los nuevos retos o a los de siempre, y la dialéctica Hegeliana, que acaba aportando la síntesis allá donde anteriormente se enfrentaban la tesis y la antítesis.
Ambos vectores de avance no siempre actúan simultáneamente, y de hecho es frecuente que funcionen de forma independiente. Así, la mayoría de las innovaciones tecnológicas sucedieron sin ninguna conexión con situaciones de confrontación dialéctica. Y muchísimas de las transiciones tesis-antítesis sociales devinieron en síntesis sin la intervención de innovación alguna.
No es el caso de nuestros días, un momento histórico podríamos decir que único o, al menos, extremadamente infrecuente, valioso y apasionante.
Asistimos al nacimiento de una positiva síntesis entre la dialéctica secular entre el bien común y el de unos pocos privilegiados, que viene dándose desde hace varios miles de años, la del derecho al bienestar personal y de los tuyos frente al acceso limitado a los medios para conseguirlo, y la fricción tesis-antítesis entre la posesión de la información y la cultura versus la construcción y difusión comunitaria de las mismas.
Y esto viene facilitado, si no en muchos casos provocado, por una serie de innovaciones radicales en la forma en que los seres humanos nos comunicamos que, por sintetizarlo, radican en la confluencia de enormes avances tecnológicos y sociales en internet, en movilidad, en procesos de co-creación, y en extensión de la cultura y la conciencia.
Hay más factores y sub-vectores, pero no es el lugar para entrar en ellos con extensión. Lo que importa es que se está transformando, estamos participando de ello, la forma en que producimos, que nos relacionamos, que nos construimos como personas y colectivos, que consumimos y que nos gestionamos personal y socialmente.
Eso afecta radicalmente, y de forma cada vez más acelerada, a las empresas. Hay quien hace tiempo que lo vio, y quien duda o hasta quien se niega a admitirlo. Pero nuestra posición personal raramente cambia realmente el devenir del mundo. Lo que está pasando NOS está pasando, queramos mucho o poco que eso ocurra.
El talento tiene cada vez más relevancia en la construcción de valor a largo plazo para las organizaciones. Y al talento cada vez le importa más dónde está trabajando y qué grado de compartición de los valores de la empresa tiene. El talento exige no solamente retribución, sino también valores.
El consumidor cada vez posee más información independiente acerca de la forma en que se produce y se le ofrece lo que consume, cada vez le importa más todo ello y mayor peso tiene en sus decisiones de compra, y cada vez su poder de adquisición es una fuerza de mayor peso social. El consumidor exige no solamente valor, sino también valores.
La legislación, empujada por votantes con progresivamente mayor conciencia, es cada día más intolerante con las malas prácticas empresariales, y surgen nuevas regulaciones de forma continuada que acotan lo que no está permitido hacer porque daña el bien común, llámese medio ambiente, producción responsable o comercialización transparente.
Hoy en día, la tradicional dialéctica entre pragmatismo y utopía, el enfrentamiento entre los que sueñan un nuevo mundo y los que se asientan en que la realidad es tozuda y no lo permite, se deshace ante nuestros ojos. Por supuesto, con todas las contradicciones pasajeras de los momentos de cambio profundo.
Hoy nace una tercera postura, la de los nuevos “pragmatópicos”, los que sabemos que los pragmático es, cada vez más, apoyarse y apoyar la utopía de un muy cercano futuro de responsabilidad y sostenibilidad integral en las organizaciones.
Hoy, ser solo pragmático te pone en riesgo de quedarte fuera del mercado, abrir huecos enormes a tus challengers, hacer tambalear tu liderazgo, adelgazar tus activos de talento y la implicación de tus recursos humanos, generar riesgos legales, hacerte menos atractivo para los inversores y que los clientes te releguen en sus decisiones.
Porque es posible, porque es necesario, porque lo exige progresivamente el consumidor, el talento, el legislador, y los demás stakeholders, lo pragmático está deviniendo ser un poco utópico.
Son pragmatópicos ese 85% de Altos Directivos de las mayores empresas del mundo que han declarado al The Economist que es importante para su estrategia empresarial las sostenibilidad y la responsabilidad, y el 76% que dice que sin ellas NO hay futuro ni crecimiento a largo plazo para sus organizaciones.
No quiero aburrirte aquí con los miles de porcentajes similares que puedo mostrarte, puedes ver una muestra en la conferencia que en ESADE dimos hace poco y que en nuestro boletín encontrarás. Quédate, simplemente, con una idea: tenemos las herramientas y el conocimiento para aprovechar la oportunidad, que también es obligación, de que tu empresa se convierta en pragmatópica desde hoy mismo.
People plus! Profit – Editorial del boletín de Octubre 2014
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