
En el interesante trabajo Robots and Jobs: Evidence from US Labor Markets divulgado por @Ethic en su artículo Los robots se unen al pacto social , se reflexiona una vez más sobre el futuro que se nos avecina por la irrupción de los bots en el mercado laboral y las consecuencias de diversa índole que ello conllevará (comienza a conllevar).
Los autores abogan por proteger a las personas en vez de proteger el empleo, puesto que muchos millones se van a ver desalojadas de sus puestos de trabajo y eso puede ser una auténtica catástrofe social si no se anticipan las medidas adecuadas.
En este contexto, Andrés Ortega opina que estamos a punto de superar la crisis de valores. “Ejemplaridad, transparencia, derechos sociales… Las nuevas generaciones son nativas en estos conceptos, no solo en tecnología. La juventud siempre ha tenido ese idealismo, pero antes no tenía esas herramientas que da la tecnología. Hoy sí las tienen. No solo para cambiar las cosas en el ámbito económico, sino también el social y el político”.
En un sentido parecido pero más pesimista, Éric Sadin también se ocupa de los valores, en este caso de cómo tomamos las decisiones: está convencido de que nuestro libre albedrío se desploma a causa de la hipereficacia de la inteligencia artificial por el hecho de delegar cada vez más decisiones individuales y colectivas en las soluciones tecnológicas. Recomienda, por tanto, reintroducir lo sensible, la contradicción, la imperfección, el miedo al contacto con otro y al conflicto, cuando este sea necesario.
Enrique Lynch opina que las máquinas son perfectibles y no se equivocan, y por eso no deciden. Así que no nos conviene imitar a las máquinas: el perfeccionamiento indefinido nos empobrece desde un punto de vista ético puesto que recorta la esfera de incertidumbre en la experiencia y anula nuestra capacidad para tomar decisiones, que viene a ser sustituida por soluciones programadas. “Lo que diferencia a los hombres de las máquinas no es el sentimiento, simulable mediante un simple juego de lenguaje, ni es la razón – que es puro cálculo – ni por supuesto la memoria, que una máquina puede atesorar hasta niveles inimaginables para una persona; sino la decisión, que implica el error e introduce el caos y las contingencias en el mundo, las felices y las infelices. He aquí el único derecho a decidir que es preciso defender”.
Yuval Noah Harari está convencido de que los organismos son algoritmos; razona que los algoritmos que controlan las máquinas (en su ejemplo, las máquinas expendedoras) funcionan mediante engranajes mecánicos y circuitos eléctricos, y, de la misma forma, los algoritmos que controlan a los humanos operan mediante sensaciones, emociones y pensamientos. Abundando en la idea, nos explica que “incluso los economistas que han obtenido el Premio Nobel toman solo una ínfima parte de sus decisiones utilizando lápiz, papel y calculadora; el 99% de nuestras decisiones (entre ellas, las elecciones más importantes de la vida, relacionadas con cónyuges, carreras y hábitats) las toman los refinadísimos algoritmos que llamamos sensaciones, emociones y deseos“.
Hasta aquí una brevísima visita a 5 personas relevantes en sus respectivos ámbitos que tienen algo en común: las coincidencias persona – robot, la preocupación por su convivencia y las repercusiones de todo tipo, sobre todo éticas, que tendrá esa convivencia.
De forma simultánea, Alan Winfield, profesor de ética robótica, demanda que los robots que convivan con los humanos dispongan de una caja negra ética. De momento está pensando en cuestiones de seguridad, a modo de los aviones, pero es sintomático que hable de ética cuando se refiere a los comportamientos de los robots.
Así que parece generalizada la postura que sostiene algo así como: bien venidos los robots, y al mismo tiempo tengamos presente que la mejor forma de convivir con ellos de forma armoniosa es poner de relieve la importancia de los valores y la ética humanas.
Ahora se entiende mejor por qué se pretende dotar de “ética” a los robots, y también se entiende por qué cada vez se alzan más voces reclamando que la formación digital se refuerce con formación humanística.
Ello tiene también una derivada en el mundo de las organizaciones: cada vez se está dando más importancia a implementar comportamientos éticos y a incluir diferentes disciplinas que ayuden a diseñar planes cada vez más humanos. Con ayuda de la tecnología, pero realzando lo que realmente nos hace humanos. Una ingente y retadora tarea para quienes tengan la responsabilidad de gestionar los Ecosistemas Internos de las organizaciones.
Edita Olaizola
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6 Comments
Genial, Edita!
A propósito adjunto una pequeña joya que he encontrado sobre cuáles son los “10 DERECHOS DE LOS SERES HUMANOS AUTÉNTICOS”:
1. Derecho A PENSAR DE MANERA PROPIA y diferente a los demás.
2. Derecho a ACTUAR DE MODO DIFERENTE a como los demás desearían que actuase.
3. Derecho a ESTAR TRISTE cuando pierde algo valioso y a enfadarse cuando sufre una agresión.
4. Derecho a ELOGIAR Y RECIBIR ELOGIOS.
5. Derecho a EQUIVOCARSE en algunas ocasiones.
6. Derecho a hacer las cosas de manera imperfecta.
7. Derecho a NO SABER ALGO.
8. Derecho a DECIDIR LA IMPORTANCIA que tiene las cosas.
9. Derecho a ESTAR ALEGRE cuando obtiene un éxito.
10. Derecho a CAMBIAR DE OPINIÓN.
Gracias por compartir: eres un Ser Humano Autentico, donde los haya.
Muy agradecida, Valentín, me ha gustado mucho tu aportación y te agradezco sobremanera tu opinión sobre mí, porque tu opinión me importa.
Poniendo en valor la imperfección y el derecho a errar
Muchísimas gracias por tu comentario, Myriam 🙂
Mucho! Soy muy del pensamiento de Lynch, no podemos actuar como las máquinas, debemos resalzar lo que nos hace humanos. Muy buen análisis Edita!
Muy agradecida por tu interés, Alexandra 🙂